La campaña de Iturbide y la forma más o menos pacífica en que se
desarrolló se debió a la participación de todos; Los grupos interesados en la
separación de España en cualquiera de sus formas, facilitando por lo pronto la
contrarrevolución, pero asegurando la independencia.
Los grupos antagónicos, veían en Iturbide la oportunidad de imponer sus propias convicciones.
Iturbide definió la dirección de sus metas lejanas por supuesto a
cualquier acción de revolución social en una entrevista con el marqués de
Vivanco.
En un fugaz intento de lograr el consenso general se
preparó el Plan de Iguala que proponía una garantía a los intereses
tradicionales, la conservación y respeto a la riqueza, privilegios, empleos,
etcétera, al mismo tiempo que les ofrecía un campo abierto a sus intereses y
mayores oportunidades. Las ideas de Iguala, sin embargo, no persistieron después de consumada
la independencia, pues los grupos que la realizaron no podían permanecer
unidos.
Celebrados
los Tratados de Córdoba, tomada la ciudad de México, gracias al auxilio de
O’Donojú, y consumada ya la independencia, empezaron a surgir las luchas entre
las clases mismas que habían sido llamadas para constituir y dar dirección a la
máquina política.
La
unión con Vicente Guerrero fue más que nada una cuestión circunstancial, y una
hábil maniobra por paste de ambos grupos, pero no fue una alianza efectiva ni
duradera. Con el triunfo del movimiento independiente y ocupada ya la capital
del nuevo imperio, se procedió a constituir el gobierno de la unión, para lo
cual se nombró a una Junta Provisional Gubernativa, integrada por hombres de
muy diversas tendencias y partidos.
Demasiado
heterogénea esa reunión de hombres que representaba opiniones e intereses
antagónicos, desde los primeros momentos de la existencia de esa junta comenzó
una lucha enconada entre ellos, ya que pugnaban por establecer sus propios
puntos de vista enfrentándose al mismo Iturbide que los había nombrado. En efecto, habíamos visto que el triunfo del
iturbidismo se debió a las garantías que ofreció a las clases privilegiadas de
mantener su condición.
El
México independiente de la primera mitad del siglo XIX, en donde el Estado se
enfrentaría a una doble debilidad: aquella que procedía de tratar de gobernar
con el consenso de las viejas y poco articuladas clases propietarias, que
redujo su capacidad de acción política, y aquella motivada por la crónica falta
de recursos financieros, apoyada a lo largo del periodo en el cobro de derechos
de aduana y en el agio.
A
poco de establecido el Congreso, llegaron a México las noticias del rechazo de
España a los Tratados de Córdoba y la negativa de la monarquía hispana a
reconocer, o siquiera tratar, cualquier asunto relacionado con la independencia
de las provincias americanas. Esa actitud del gobierno español favoreció las
ambiciones de la aristocracia criolla al mismo tiempo que frustraba Las
esperanzas de los borbonistas y alentaba a los republicanos a vigorizar su
lucha por el establecimiento del régimen que sostenían. Para los sostenedores
de Iturbide, ése fue el momento adecuado, aunque ya desde antes hubo varias
tentativas para nombrarlo emperador.
La
gran cantidad de este tipo de folletos y artículos, aunada al rechazo español a
los Tratados de Córdoba, facilitaron a Iturbide proclamarse emperador mediante
un audaz golpe que hizo que el Congreso, “aunque en minoría”, lo aprobara. Sin
embargo, una vez recuperado ese cuerpo de la sorpresa del acto, acentuó su
hostilidad contra el nuevo monarca.
Las
actividades del Congreso en contra del emperador Iturbide originaron una amplia
campaña para desprestigiarlo. Iturbide decidió eliminar definitivamente al
Congreso, estableciendo en su lugar una Junta Nacional Instituyente para cubrir
las apariencias legales de la disolución del primero. El objeto fundamental de
la disolución del Congreso era excluir a los enemigos del sistema del poder,
pero al mismo tiempo ello significaba, por lo menos en parte, la ruptura de la
alianza entre los diferentes grupos que se habían unido para consumar la
independencia del país,
Cabe
señalar que no sólo las medidas imperiales apuntaban en dicha dirección, pues a
la caída de Iturbide el Congreso derogó los artículos referentes a los bienes
eclesiásticos, dejando vigentes las antiguas leyes sobre adquisición de bienes
raíces y amortización.
El
argumento central del Plan de Veracruz consistía en formar las bases para un
nuevo gobierno a través del “único órgano de soberanía: el Congreso”, y el
desconocimiento de Iturbide por ser su elección producto de la violencia. En el
resto, se asemejaba al Plan de Iguala.
A
partir de la caída del imperio iturbidista se multiplicaron los desacuerdos
regionales. La rivalidad entre ciudades y provincias reflejaba no sólo el
profundo malestar de los grupos locales, sino que también pudieron verse en
ella la oposición de viejos intereses y los intentos de transformar la
situación en favor de los nuevos grupos del poder; la misma rivalidad encubría
mal las tendencias políticas en favor del centralismo o el federalismo tan peculiares del periodo.
Hola: recuerden la actividad que les solicité para que se pongan al corriente,
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